Tuve el honor de comenzar con el Dr. Ricardo Martino hace once años en la Fundación Porque Viven en el mundo de los cuidados paliativos pediátricos. Aprendí -y sigo aprendiendo- de él muchísimo:
el amor hacia la profesión que tenemos
el amor hacia los niños y sus familias
el amor hacia la vida
y como dice él en este artículo «la clave para poder hacer este trabajo tan duro es ser feliz fuera de él. Y que solo así se puede aliviar el dolor que provoca un hecho tan difícil de asumir como que se muera un niño».
Hace seis años -cuando llegué a Zaragoza- fue él quien me dio el empujón necesario para montar aquí el proyecto de musicoterapia que ya desarrollaba en Madrid. Recuerdo cómo me caían las lágrimas -con Mateo en el fular- cuando me dijo «qué suerte van a tener los niños de Aragón que podrán morir con música».
El Dr. Ricardo Martino es inspiración -pero también un motor- para los que venimos detrás. GRACIAS por todo